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Experimento social: Creé una marca personal falsa y esto fue lo que pasó

¿Qué tan fácil es construir una marca personal en internet? ¿Qué tanto de lo que vemos es real? ¿Y qué pasaría si alguien decidiera crear una identidad completamente falsa, pero aparentemente “perfecta”?
Estas preguntas me llevaron a hacer un experimento social: construir desde cero una marca personal ficticia, con una biografía estratégica, fotos cuidadosamente seleccionadas y un storytelling diseñado para encajar en lo que el algoritmo y el público parecen premiar.

No lo hice por diversión ni por engañar a nadie. Lo hice para entender qué tanto pesa la autenticidad en el mundo digital actual… y lo que descubrí fue tan revelador como inquietante.

Cómo nació la idea del experimento

Vivimos en la era del branding personal. Todos —consciente o inconscientemente— estamos construyendo una versión de nosotros mismos que los demás consumen a través de las redes. Pero, ¿qué pasa cuando esa versión no tiene nada de real?

La premisa

Decidí crear un personaje: “Emma L.”una supuesta coach de negocios con un estilo de vida entre minimalista y glamuroso, amante de los libros, los viajes y el café de especialidad. Una mezcla de frases motivacionales, fotografía cuidada, y una narrativa aspiracional construida al milímetro.

Lo hice con una estrategia clara: contenido visual atractivo, publicaciones programadas, engagement inicial con cuentas similares, y una biografía muy bien redactada.

¿Qué sucedió?

En apenas tres semanas, Emma L. ya tenía más de 2.000 seguidores, varias colaboraciones propuestas por marcas pequeñas y, lo más impactante: personas reales pidiéndole mentorías, consejos de vida y oportunidades de networking.

Lo que funcionó:

  • Estética visual coherente: Las fotos editadas con filtros consistentes generaban confianza visual.
  • Contenido emocionalmente inteligente: Frases cuidadosamente escritas que tocaban emociones comunes como el síndrome del impostor, la superación o el equilibrio entre vida personal y profesional.
  • Interacción constante: Comentarios positivos, respuestas rápidas, mensajes personalizados. Todo muy humano, aunque nada fuera real.

Lo que no esperaba

  • La rapidez con la que otros “influencers” la empezaron a seguir e invitar a colaboraciones.
  • La facilidad con la que se puede construir autoridad digital con una buena narrativa, sin necesidad de mostrar pruebas reales de experiencia.
  • Lo adictivo que puede llegar a ser interpretar un personaje que recibe validación constante.

¿Qué aprendí realmente de este experimento?

Este experimento no fue una crítica, sino una exploración. Me permitió entender el lado más seductor y peligroso de las redes sociales cuando se usan para construir una identidad que no se basa en la verdad.

1. La percepción supera la realidad

Mucho del posicionamiento digital no depende de cuán bueno seas en algo, sino de cómo lo comunicas. Eso puede jugar a favor de quienes aún no se animan a mostrarse… pero también en contra de quienes sí tienen valor real pero no saben comunicarlo.

2. El carisma digital se puede fabricar

Desde la redacción de captions hasta el uso de emojis, hashtags y fotos espontáneamente “perfectas”, todo puede aprenderse y aplicarse como una fórmula. Y funciona. Pero eso no necesariamente construye relaciones profundas o sostenibles.

3. La autenticidad sigue siendo el factor diferenciador

Aunque Emma L. creció rápido, la conexión era superficial. No había historia real detrás, no había evolución personal, no había raíces. Al final, lo que realmente genera impacto a largo plazo es la autenticidad, incluso si no es tan «instagrameable».

Conclusión: ¿Vale la pena crear una marca personal falsa?

El experimento con Emma L. me mostró algo que intuía, pero ahora comprendo con más claridad: en el mundo digital, la imagen puede abrirte muchas puertas, pero solo la verdad mantiene esas puertas abiertas a largo plazo.

Construir una marca personal falsa es relativamente fácil. Lo difícil —y valioso— es construir una marca auténtica, basada en tu historia, tus errores, tus logros reales y tu propia voz. Eso toma más tiempo, requiere valentía y no siempre es “bonito” de ver en redes, pero es lo único que realmente perdura.

No necesitas ser perfecto para ser creíble. Lo que necesitas es ser coherente contigo mismo, saber qué valor aportas y atreverte a compartirlo sin máscaras.Porque al final, la mejor ventaja competitiva que puedes tener no es una versión fabricada de ti mismo… sino una versión afinada, consciente y profundamente honesta.

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